Subo a mi cuarto y me tomo mi tiempo para preparar la
mochila, no tengo prisa ni nada que hacer.César, Dani y Katy están en la
tienda y no me van a necesitar por allí. Decido coger el autobús para ir a casa
de Carmen y llegar para la hora de
comer.
Me subo en el autobús, hay un sitio libre pegado a la
ventana, me siento y me pongo mis cascos. Cuando me quiero dar cuenta ya he
llegado a la parada, por poco me la paso. Me bajo corriendo. Estoy cruzando la
calle cuando me viene un olor a café delicioso. Parece que han puesto una nueva
cafetería. Tiene los típicos vasos de papel que salen en las películas
americanas y un mostrador de dulces enorme. También venden granizadas y
batidos. Tiene muchas mesas fueras y algunas mesas solitarias en el interior.
Está bastante bien, en el pueblo no hay muchos sitios así, casi todo está en la
ciudad.
Me atrae bastante y no hay mucha cola así que decido comprarme un café
y ya que estoy le subo unos dulces a Carmen.
Espero en la cola hay tres o cuatro personas delante mia. El sitio por dentro es bastante acogedor, es una mezcla entre moderno y
clásico retro muy chula. Me gusta el ambiente que hay. Estoy entretenida
observando cada detalle de la cafetería cuando alguien me toca el hombro para
llamar mi atención. Me giro con la ilusión de que fuera César o Katy, pero mi
cara cambia por completo cuando me encuentro a Raúl. ¿Qué hace Raúl aquí? Vive
en la ciudad, pensaba que solo venían al pueblo porque me tenían que interrogar
y hace ya más de una hora que lo hicieron.
-¡Hola!- Me sonríe.
- Hm... Hola.
- Que casualidad encontrarte aquí. Está bien la cafetería
nueva ¿verdad? Faltaba algo como esto en el pueblo.
-¿Casualidad? Vivo aquí.- Le digo bastante borde.
- Bueno pero habrás venido en autobús tu casa está un
poco más lejos ¿no?
- Sí.
- Señorita le toca.- Me dice la dependienta.
- Ah sí. Perdona. Ponme un café con leche doble. Y... una
bandeja de dulces me da igual cuáles.
-¿Te los pongo variados?
- Vale.
- En total serían 8´50€.
- Hm... espera que encuentre la cartera.
- No, descuida te invito yo. Añade un café solo.- Dice
Raúl rápidamente.
-¿Cómo? No, me lo pago yo. No tienes porque invitarme.
La dependienta nos mira a los dos divertida, esperando a
que alguno de los dos le paguemos.
- Insisto. Me apetece invitarte.
Saca un billete de diez y paga todo. Yo me quedo mirando
a la dependienta como un tonta , rogándole que no acepte su dinero. No logro
entender por qué se quiere gastar dinero en mí. Si no nos conocemos apenas. Es
la típica escena de película que siempre he odiado.
- Helena, no le des más vueltas, es solo un café.
- Ya, pero no deberías de haberlo hecho.
- Bueno pues entonces me debes un café.- Me dice mientras
me mira con cara divertida.
- Sí, y unos dulces.
- Los dulces los puedes compartir conmigo.
- No son para mí lo siento. Jajaja.
-¿Quién es el afortunado o afortunada , que va a recibir
unos dulces por cortesía de Helena?
- La madre de César, me voy a pasar una temporada con
ella a ayudarla con la casa y eso. Y se me ha ocurrido llevarle unos dulces.
La dependienta nos da los cafés y la bandeja de dulces.
Me dirijo hasta una mesa pequeña de una de las esquinas y pongo encima mi café
y los dulces. Antes de sentarme me quedo mirando a Raúl.
-¿Hay una silla libre para mí o no?
- Que mínimo, encima que me invitas.
Nos sentamos los dos con nuestros vasos de café. Un
policía con su testigo, al que interroga cada mañana. Es una situación rara,
pero no resulta incómoda para ninguno de los dos. Estamos a gusto hablando un
poco de todo, contando anécdotas, conociéndonos un poco, leyendo los textos de
los azucarillos y citas de libros que hay en los vasos. Me siento bastante bien
hablando con Raúl es bastante simpático, cambia un montón su personalidad ahora
con la que tiene cuando hacemos los interrogatorios. Pensaba que era el típico
chico tímido que se deja mandar por su superior (Lidia) y de pocas palabras.
Pero es todo lo contrario.
Nos pedimos un segundo café, y una palmera de dulce de
leche para compartir. Sin darme cuenta nos hemos tirado dos horas y media
hablando en la pequeña mesa de la esquina.
- No me he dado cuenta es tardísimo, tendría que irme ya.-
Le digo bastante apurada.
- Bueno pues nos vemos mañana supongo ¿no?
Nos despedimos con dos besos y una amplia sonrisa, salgo
la primera con la bandeja de dulces en la mano y a un paso ligero. Me hubiera
gustado llegar antes, Carmen no tiene ni idea de que voy.
Pego a la puerta y para mi sorpresa me abre Enrique, el
padre de César y Dani. En mi cara se puede notar mi desilusión.
- Hm... Buenas- Intento poner mi mejor sonrisa, pero mi
cerebro no me lo permite. No puedo ponerle buena cara a este cerdo.
- Helena, que sorpresa. César no está.
- Ya, venía a ver a Carmen.
- Ah. Seguro que se alegra de verte pasa, está en el
salón. Ya conoces el camino.
Camino con paso vacilante pero ligero con la bandeja de
dulces en lo alto, lo lógico hubiera sido dejarla en la cocina. Pero quiero
dársela a Carmen, no a Enrique.
Entro por la puerta del salón algo tímida y me alegro un
montón de ver a Carmen. Está en el sillón cosiendo, por lo que puedo apreciar,
diría que es un jersey. Es rojo bastante bonito con cuello redondo y anchito.
Como los que se llevan ahora.
-¡Helena cariño! Qué bien que hayas venido, tenía ganas
de verte por aquí otra vez. ¿Qué tal todo, has visto hoy a César? ¿Son muy
pesados los policías con el interrogatorio? Debes de estar harta de ellos.
Todos los días en tu casa. Me ha contado tu tía que son dos muchachos jóvenes,
por lo menos no te han tocado los típicos policías viejos con el donut en una
mano y el café en la otra.
- Jajaja, parece que me estés haciendo tu el
interrogatorio en vez de ellos. ¿Qué tal lo llevas? Por lo que veo no te
aburres.
- Bueno esto es solo un rato, me termino cansando de
coser y me pongo a ver la tele. Cuando empieza a anochecer me doy un paseo por
el pueblo y poco más esos son mis días. No me dejan ni cocinar.
- Tienes que descansar Carmen. Es lo mejor para ti.
- Ya lose. Bueno ¿te quedarás a comer no?
- Sí claro, es más mi tía y yo habíamos pensado que te
aburrirías menos si me quedo una semana en tu casa. Así te ayudo y haríamos
cosas juntas. ¿Qué te parece?
- ¡Eso sería fantástico a César y Dani les va a encantar
que te quedes! ¿Has traído ya tus maletas? Si no va Enrique a por ellas.
- No tranquila, me las he traído. También te he traído
unos dulces. Mira.
- Oh que buena pinta, con lo dulcera que yo soy . No te
tendrías que haber molestado.
Estamos las dos entretenidas hablando sobre sus días
desde que tiene que hacer reposo. Se lo está tomando con muy buen humor. Nadie
diría que está a punto de separarse de su marido y que sufre ataques al
corazón. Carmen es una persona realmente fuerte, sabe apartar a su familia y a
las personas que quiere de los problemas. Es casi imposible que César no haya
sospechado nada de su padre. Si lo hubiera hecho, estoy segura de que me lo
habría dicho.
En mitad de la conversación noto vibrar mi móvil en el
bolsillo. Lo miro discretamente, y es un mensaje de Raúl. ¿Qué hace mandándome
mensajes? Hemos pasado un buen rato en la cafetería esta mañana. Pero de ahí a
mandarme mensajes.
-"He pasado un buen rato esta mañana contigo, he
descubierto que un café tiene que ir acompañado por ti ¿Quedamos mañana para
tomar otro? Invitas tú."
- Esto... tengo que ir al baño un momento. Ahora vuelvo.
Le sonrió intentando ocultar lo roja que me he tenido que
poner. Voy rápido al baño, pero me frena Katy que viene corriendo para mí.
Mierda. Ya han llegado de la tienda.
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