Suena el despertador a las ocho en punto. No me cuesta
nada levantarme, el saber que César y Katy están durmiendo en mi habitación
hace que me espabile nada más abrir los ojos.
La primera en despertarse ha sido Katy:
- Buenos días
bella durmiente.
Katy esta haciéndose una coleta delante del espejo, ya
esta vestida y maquillada. Va bastante guapa, lleva puesto un jersey blanco y
una bufanda de lana burdeo, también lleva unos vaqueros azules con unas botas
militar negras.
-¿A dónde vas?- Pregunto curiosa.
- Pues a trabajar por ti. Hoy vas a pasar el día con tu
amiga Lidia.
-¡Hay que joderse!
César se despierta y se estira bastamente mientras
bosteza.
- Buenos días chicas.
- Buenos van a ser para ti, porque desde luego para mí
no.- Le digo con cara enfadada.
-¿Sabes? Me encanta tu humor mañanero.
Katy empieza a reírse sarcásticamente : - Suerte tienes
de no tener que soportarla todas las mañanas.
-¡Que mentirosa! Siempre no me levanto de mal humor. Hoy
tengo motivos suficientes.
- Yo bajo a desayunar ¡adiós!
- Bajamos todos, más te vale correr porque te vas a
llevar una hostia Katy jajaja.
- Píllame si puedes lista.- Dice desafiándome.
Las dos bajamos las escaleras corriendo. Bajo los
escalones de dos en dos, lo más rápido que puedo. Katy hace un derrape antes de
entrar en la cocina coge dos naranjas y me lanza una a la cara, de tal manera
que me freno en seco para que la naranja no caiga al suelo. La cojo al vuelo, y
las dos nos meamos de risa. Entonces vemos a César bajar las escaleras tranquilamente
contemplando nuestro comportamiento de niñas chicas.
-¿Así desayunáis todos los días?
Nos reímos los tres a carcajadas, así da gusto empezar la
mañana.
- Bueno prima, nos vamos a currar. Tu quédate aquí a
responder preguntitas.
- Gracias por recordármelo.- Le pongo mi cara de
enfadada.
Sigo en pijama todavía, así que subo a mi cuarto a
vestirme. Abro el armario algo indecisa, no tengo ni idea de que ponerme. ¿Qué
se pone una persona cuando la van a interrogar?. Saco una blusa de seda
amarilla y unos vaqueros claros. Decido ponerme mis converse blancas y un
pañuelo en el cuello , amarillo claro con flores blancas y azul marino. Me hago una
trenza de espiga y la acabo poniendo un lazo azul marino en el final. Justo cuando acabo la lazada pegan a la puerta.
Aquí están Lidia y
Raúl. Abro la puerta algo nerviosa, pero decidida. No voy a permitir que los
nervios me puedan hoy, no está César para ayudarme, tengo que enfrentarme a
esto yo sola.
- Buenos días Helena, ¿podemos pasar?- Dice Lidia con la
misma sonrisita de siempre.
- Sí, claro.
Lidia entra muy decidida, pone encima de la mesa del
salón un maletín y lo abre rápidamente. Raúl, sin embargo, entra un poco más
tranquilo y tímido.
Cierro la puerta y me dirijo hacía donde está Lidia, algo
inquieta y curiosa poro saber que va a sacar de ese maletín.
- Bueno, se que anoche empezamos con mal pie. Me gustaría
que nos llevásemos bien. Como te dije anoche nos vamos a tener que ver mucho las
caras durante unas semanas.
- Estaba nerviosa. Todo esto es delicado para mí.
- Todo ocurrió de repente.- Añade Raúl.
- Exacto, por eso vamos a hacer las cosas tranquilamente.
Lo primero es conocerte a ti. Una vez que nos conozcamos, podremos empezar a
hablar de tus padres. ¿Te parece bien?
No entiendo qué necesidad tienen de conocerme a mí,
preferiría que fueran al grano y no tuviera que estar aguantando estas visitas
todos los días.
- Sí.- Digo algo insegura.
- Bueno pues empecemos entonces.
Se sienta en el sofá tranquilamente, saca una grabadora y la pone sobre sus piernas,
esperando a que nos sentemos Raúl y yo.
- Bien. Te cuento como vamos a hacer los interrogatorios.
Lo fundamental es , que tú te sientas cómoda. Para que puedas contarnos las
cosas como las sientes de verdad, y con todo detalle. Entonces he pensado que
la mejor opción es usar la grabadora.
- No te preocupes que lo que hablemos, no va a salir de
aquí. Solo vamos a escuchar nosotros estas conversaciones, nadie más.- Aclara
Raúl.
Hay un amplio silencio, estoy intentando asimilar lo que
me acaban de explicar.
- No me parece
mal, empecemos.- Termino diciendo.
- Vale, pues voy a poner a grabar este trasto y
empezaremos. Tu olvídate de que esta la grabadora, y quítate la idea de la
cabeza de que esto es un interrogatorio, imagínate que estas contándole tu vida
a una amiga que hace mucho tiempo que no ves ¿vale?- Me dice Lidia en tono
tranquilizador.
Asiento con la cabeza algo nerviosa, no sé si voy a ser
capaz de soltarme con estas personas y contarles tantas cosas de mi vida. Pero
realmente quiero intentarlo, y ayudar en esta investigación.
Lidia le susurra a Raúl que ponga la grabadora en marcha
y que tome apuntes cuando sea necesario.
La grabadora está en marcha.
- Bueno, pues venga Helena, cuéntame cómo fue tu primer
día aquí en este pueblo.
- Hm... Bueno... Mi primer día fue bastante aterrador.
-¿Por qué, cómo te sentiste?
- Yo tenía quince años. Para mí, la imagen de unos padres
era algo fundamental en la vida de una niña. Vivía en la ciudad, y vivía
bastante bien, tenía amigos , una familia que me quería, iba al instituto, al
cine, quedaba con mis amigas. Era una niña feliz. Una niña normal como otra
cualquiera.
El día que llegué
a este pueblo, mi vida había cambiado. Había perdido a mis padres. Y realmente no
eres consciente de lo que duele perder a una madre y a un padre, por el simple
hecho de que nunca te imaginas que eso pueda pasar. Solo piensas en el
presente, en salir, en tus amigos; y sabes que ellos están ahí, pero no le das
importancia porque ellos siempre van a estar a tu lado pase lo que pase. Hasta
que llega el día que la vida decide arrebatártelos, y te das cuenta de que no
has aprovechado el tiempo, y que te quedan un montón de cosas por vivir con
ellos. También te das cuenta de lo mucho que los necesitaba, por muchas peleas
que tuvierais. Te terminas dando cuenta de que los quieres, los quieres
muchísimo, y sientes un vacío dentro de ti que sabes que nadie ni nada lo puede
volver a llenar, que no hay manera de hacerte sentir mejor, porque cada vez que
ves a una niña con su padre y su madre por la calle paseando de la mano, te
acuerdas de ellos y piensas: "ojala estuvieran aquí conmigo", pero
sabes que no van a volver nunca y eso hace que te pongas más triste aún. Así
que el día que llegue a este pueblo, no solo había cambiado mi vida, sino que
también cambie yo. Ya no era la niña feliz, que tenía una vida perfecta rodeada
de amigos y familia. Era una niña desolada y deprimida en un pueblo en el que
tenía que empezar una nueva vida, sin sus padres. En donde no conocía a nadie,
y todos los días eran grises para ella.
Lidia para la grabadora asombrada con mis palabras. Y se
pone de pié delante de mí.
- Cariño, me has puesto los pelos de puntas mientras
hablabas. Sé que has sufrido mucho, y siento que tengas que recordar ahora esos
días tan tristes de tu vida. De veras que lo siento muchísimo.
- Muchas gracias. Me he desahogado bastante, nunca hablo
de esto con nadie.
- Eso no es bueno para ti. Tienes que tener a alguien de
confianza al que le puedas contar como te sientes , y como te sentiste. Si no
te vas a quedar estancada en el pasado. Que creo que en cierta modo es lo que
te pasa.
-Bueno nosotros nos vamos a ir ya, no te
molestamos más. Mañana volveremos a la misma hora, y hablaremos un poquito más ,si necesitas algo llámanos..- Dice finalmente Raúl. Que
lleva casi todo el rato sin decir una palabra.
- Esta bien, gracias. Nos vemos mañana.
Veo como salen de la casa, yo sigo sentada en el sofá,
analizando cada palabra que ha salido por mi boca. Estoy asombrada con mi
respuesta. Jamás imaginé que fuera capaz de contarle a dos desconocidos con
tanto detalle lo que sentí cuando murieron mis padres. Me siento mejor al haber
conseguido arrancar alguna de las espinas que tengo clavadas desde hace tres
años.
Me levanto del sofá a prepararme un café ,cojo la cafetera oxidada y vieja de mi tía y la lleno de
agua. En ese momento entra mi tía por la puerta de la cocina. Acaba de llegar.
- Hombre dichosos los ojos que te ven.- Me dice en tono
sarcástico.
- Tita déjate sermones por favor, he tenido bastante
conversación por hoy con los policías.
- No pensaba darte ningún sermón, solo digo que hace
mucho tiempo que no te veo por aquí.
- Ya bueno entre lo de Carmen y esto de los policía he
estado un poco distante.
- Precisamente vengo de ver a Carmen. Le he llevado un
poco de tarta de queso que hice ayer por la noche.
- Ah ¿y qué tal está?
- Está mejorando, pero le han informado los médicos que
el reposo va a tener que durar más de lo previsto.
- Tiene que ser duro para ella, con lo que le gusta hacer
cosas en la casa e ir de allí para allá.
- Creo que estos días va a necesitar compañía. Y he
pensado que podrías quedarte un tiempo en su casa y que Lidia y Raúl te
interroguen allí. Así le ayudas con la casa y pasas un rato con ella para que
no se aburra.
- No es que no quiera... pero para eso están César y Dani
¿no? Y su marido. No creo que sea necesario que vaya.
- Helena... Carmen y Enrique, no están atravesando por su
mejor momento. No es seguro todavía pero creo que van a divorciarse. No le
comentes nada a César.
-¿Por eso Enrique lleva tanto tiempo sin aparecer por
casa?
- Le ha dicho a Carmen que son viajes de negocios. Pero
Carmen sospecha desde hace tiempo que hay otra mujer.
- Hijo de puta. Nunca me ha caído bien. Y a sus hijos
tampoco.
- Bueno no estamos aquí para juzgar, sino para echarles
una mano. ¿Qué te parece quedarte esta semana? A Carmen le va a animar mucho.
Te quiere como si fueses su hija.
- Está bien. Prepararé mi maleta.
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