El hospital esta a reventar, y hay un descontrol
increíble. Llego al mostrador, saltándome una enorme cola. Y pregunto por
Carmen Qulimbin. La señorita de recepción, me responde secamente que me espere
en la sala cuatro, que supongo que será la sala de espera. Yo, algo
desorientada, busco la sala cuatro, pero con tanta gente es imposible encontrar
algo aquí. A lo lejos me parece ver a César sentado en el pasillo. Pero no
estoy segura de que sea él. Intento alargar el cuello todo lo que puedo para
ver por encima de la gente que me rodea, pero lo único que consigo es parecer
subnormal. Doy saltos, y en uno de ellos consigo reconocerlo, estaba en lo
cierto es César. Está sentado en el suelo del pasillo, no hay mucha gente
ahí. Me acerco corriendo hasta él apartando
a la gente, y preocupada me pongo en cuclillas delante de él.
-¡César, por fin te encuentro! ¿qué tal esta tu madre,
sabes algo ya?
- No es muy grave, ha sido un pequeño fallo cardiaco.
Algo normal a estas edades me han dicho.
-¿Y cuanto tiempo tienes que esperar?
- Seguramente menos que lo que estuve esperando ayer a
que te dignaras a aparecer.
Mierda, se me olvidó llamarle para disculparme. Que tonta
soy, no encuentro las palabras para contarle lo ocurrido y tampoco es el sitio
ni el momento adecuado.
- César, de veras que lo siento.
- Ya , claro.
-¿Enserio te vas a poner así?
- Pues sí, me duele que mi mejor amiga, no confíe en mi
para contarme las cosas.
Ahora lo entiendo , no está enfadado realmente. Se ha
enterado de lo del accidente de avión. El domingo no nos vimos en todo el día,
y no fui capaz de ir a su casa por vergüenza. No le conté nada y lo que me
hubiera hecho sentir mejor habría sido hablar con él.
- Te has enterado ¿no?
- Sí.
- No es que no confíe en ti, no fui capaz de asimilarlo
el domingo. No salí de mi casa, tampoco he hablado con mi tía de esto. Estaba
con Katy cuando escuche la noticia y mi única reacción fue... llorar. No
sé, me quedé bloqueada.
- No pasa nada Helena, pero cuando pasen estas cosas, es
cuando te tienes que acordar de que de que me tienes en los buenos momentos y
también me tienes para los malos, ¿quién sí no te iba a sacar una sonrisa cuando
estas triste, o a quién le vas a contar lo preciosa que era tu madre, Helena?
Que cuando llores quiero ser el primero en abrazarte, y hacerte sentir la
princesa que mereces ser. Porque los buenos amigos son los que saben estar en
tus peores momentos acompañándote, y sufren contigo.
César me deja sorprendida, realmente este niño me quiere.
Me ha llegado al corazón cada una de sus palabras, y me ha emocionado. Las
lagrimas empiezan a salir de mis ojos poco a poco y me abrazo fuerte a César.
Me acaricia el pelo suavemente y me tranquiliza. Me transmite seguridad, algo
que solo él es capaz. Justo en ese momento sale Carmen en una silla de ruedas,
la lleva un medico con una carpeta en la mano.
- Aquí te traigo a tu madre César. Esta mucho mejor, pero
será mejor que en unas semanas no haga esfuerzos físicos ni tenga altibajos
emocionales.
- Está bien muchas gracias.
- Hasta luego, y gracias.- Le digo mientras nos alejamos
entre la multitud.
Caminamos hasta la salida en silencio, a Carmen se la
ve realmente afectada, va con la bata
blanca encima de su ropa, y algo despeinada, se le nota la cara cansada y los
labios secos del suero y la medicación. No me gusta nada verla así. Es una
mujer activa, simpática,
cariñosa y sobretodo charlatana, siempre tiene tema de
conversación para todos los gustos.
- Cariño, ¿pero qué haces tú aquí?, tendrías que estar en
tu casa descansando. O con tu tía. No tenías por qué haber venido.- Me dice
Carmen apurada.
- Carmen, estaba muy preocupada por ti. Qué menos que
acompañarte a tu casa.
En el camino César pone música y charlamos un poco los
tres. Cuando llegamos a casa, a Carmen se le ve más animada. La bajamos de la
furgoneta y me invita a cenar. Yo no soy capaz de negarme , realmente me quiero
quedar, a ayudarla a ella y a César.
- Esta bien , me quedaré a cenar pero cocino yo.
-¡Imposible! No puedo dejar que cocines tu cariño, lo
haré yo, no es esfuerzo para mi cocinar.
- Mamá tienes que hacer reposo absoluto, el corazón es
una cosa muy delicada, hazme el favor de hacernos caso. Tú siéntate y déjanos a
nosotros a cargo de todo.
- Además quiero que pruebes mi especialidad, nunca he
cocinado para vosotros.- Le digo poniéndole una de mis mejores sonrisas.
Realmente
me apetece mucho cocinar para ella.
- Está bien... pero solo por hoy.-Me dedica una sonrisa
cómplice, pero apagada. Se le nota lo hecha polvo que está.
César y yo nos dirigimos a la cocina, en silencio. Ha
sido un día duro para los dos.
Abre la nevera y saca una caja de huevos. Me dirijo hacía
él y le freno antes de que los ponga encima de la mesa.
- Dije que iba a cocinar yo.
Me mira con una cara desastrosa. César es una persona muy
transparente no hace falta que te diga nada para saber el ánimo que tiene, se
le nota lo mal que está. Intenta arreglarlo con una sonrisa y deja los huevo en
la mesa. Me mira y se sienta en la encimera con las piernas cruzadas.
- Está bien, sorpréndeme.- Me dice en tono divertido.
- Eso pienso hacer, a ver ¿tienes pasta?
-¿pasta?, pensaba que te lo ibas a currar más eh jajaja.
-¿Quieres callarte y darme la pasta?- Le digo intentando
aguantar la risa.
Se dirige vacilante a una estantería y rebusca hasta
sacar un paquete de macarrones que está por la mitad. Supongo que no tendrá más
, me tendré que apañar con esto.
- Aquí tiene chef Helena.
Le miro con el ceño fruncido. Una cara que a César
siempre le hace mucha gracia. Y me dispongo a preparar unos macarrones dulces,
con nata y tomate. Una receta que me enseño Katy. Ella la aprendió en Italia,
una vez que fue de viaje de fin de curso.
Mientras preparo los macarrones, entra Dani en la cocina.
- Nos volvemos a ver preciosa. Encima haciendo la cena.
Que apañada eres jajaja.
César y Dani se salen al pasillo. Supongo que para hablar
de lo sucedido en el hospital , y de cómo está Carmen.
De mientras comienzo cociendo la pasta, en una hoya
aparte hago la salsa y le añado taquitos de jamón y beicon. Seguro que les
gusta a todos. Cuando esta todo en su punto saco cuatro cuencos y empiezo a
servir la pasta, le hecho un poco de queso rallado encima y listo.
Estoy contenta. Hemos pasado una buena noche, pero ya va
siendo hora de irme. Me despido de Carmen con un beso en la mejilla y a
continuación de Dani con un fuerte abrazo. César me acompaña hasta la puerta.
Coge su chaquetón y me da una chaqueta a mí.
- Póntela hace mucho frío. Venga que te acompaño a tu
casa.
- No hace falta, no es muy tarde todavía.
- Me apetece acompañarte así me doy un paseo, llevo todo
el día metido en un hospital. Necesito aire fresco.
- Está bien vamos.
El camino hasta mi casa no es muy animado, los dos
disfrutamos del silencio de la noche y de la luna llena que brilla en el cielo.
Llegamos al punto en el que siempre nos separamos, pero
él sigue andando, hasta que finalmente llegamos a la puerta de mi casa. Las
luces de las habitaciones están apagadas. Es raro normalmente Katy se acuesta
mucho más tarde.
-¿Por qué no entras y saludas a mi tía?- Le propongo a
César bastante animada.
- Vale.
Los dos nos sonreímos y entramos en casa, uno detrás del
otro, dejamos los chaquetones en el perchero y nos dirigimos algo tímidos al
salón. Se escuchan voces desconocidas, parece que hay visita.
Al llegar al salón nos encontramos a mi tía y a Katy
junto a dos policías. Me empiezo a marear, no me acordaba de la noticia del
accidente. Vienen a interrogarme.
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